miércoles, 18 de noviembre de 2015

"Julia" ("Con nombre propio)





Siempre tuve alergia a los gatos y al final he acabado viviendo con uno. Julia es pura sensualidad, incluso cuando duerme acurrucada a mi lado, envuelta en carísimos camisones que compra cuando está aburrida; abrazada a delicadas almohadas que renueva siempre que le viene en gana; y oliendo al último perfume del diseñador que esté de moda.
Pero Julia es mía. Tan felina y traicionera como tierna y pasional. Cara de mantener, cierto, pero mía.
Cuando despliega sus encantos en mi cama, entonces, todo gasto ha merecido la pena. Ardiente y salvaje, pero a la vez mimosa e inocente, se roza contra mi cuerpo, sinuosa, despertándome mil sensaciones. Me clava las uñas en la espalda cuando el placer le consume y, después, duerme tranquila conmigo, junto a mí.
A su manera, me quiere y, a su manera, me lo demuestra. Y yo pierdo la cabeza, enfermo de deseo, sólo con saber que ella me espera en casa.
Es caprichosa, tozuda, egoísta y desconfiada, quizá traicionera, siempre pasional, dulce, ardiente… Una gata con un cuerpo que me vuelve loco: joven, firme, suave. Hace de mí lo que quiere, pero es conmigo con quien quiere hacerlo.
Vuelve a deshoras, contoneando sus caderas por el pasillo, deslizándose entre las sábanas de nuestra cama, ronroneando cerca de mi ombligo, entregándose, implorando mi cariño. Un cariño que sólo busca cuando le aprieta la necesidad. La necesidad de caricias. La necesidad de perdón. La necesidad de dinero.
Esa es la manera en que Julia me entrega su amor. Distinto, sí, pero es amor al fin y al cabo. Un amor que se esconde en cada uno de sus gestos como cuando, al volver del trabajo, la encuentro esperándome subida en sus vertiginosos tacones, desnuda, con una copa de vodka en una mano y un cigarrillo en la otra.
Julia me calma con juegos de seducción, con deliciosas caricias que convierten mi cuerpo en una explosión de placer.
Me escucha atenta los problemas del trabajo mientras busca en el vestidor algo que ponerse para ir a cenar con sus amigas. Asiente con la cabeza dándome la razón por no interrumpirme, sin apartar los ojos de las perchas que sostiene indecisa.
Trasnocha mucho, sí, pero siempre vuelve, conmigo, a nuestra cama, a mis brazos, buscando mi protección y, por qué no decirlo, también mi cartera.
La edad no es impedimento cuando estoy entre sus piernas, ni tampoco cuando se para frente a una joyería. Caprichosa, sí, pero mía. Conmigo. He acabado necesitando de ella tanto como ella de mí.
He vuelto a casa, pero Julia no me espera desnuda en la cocina, ni preparándose un baño, ni dormida en el sofá… Veo que faltan muchas cosas: su ropa, joyas, alguna maleta…
Dudo que regrese porque se lo ha llevado todo. Todo lo que ella considera suyo, todo lo que para ella es importante, todo excepto lo mucho que la quiero. Supongo que eso es algo que ya no va a necesitar.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Gracias a todos

Ahora que los nervios han desaparecido, por fin.
 Ahora que soy consciente de que el tiempo, cruel, se ha dado demasiada  prisa en pasar, en vuelo fugaz, por encima de nosotros.
Ahora que los recuerdos buscan un lugar donde acurrucarse y quedarse dormidos, hasta que, como en “Del revés”, encuentren la más mínima excusa para volver a proyectarse dentro de mí.
Ahora que se ve que el esfuerzo ha merecido la pena.
Ahora que he conocido a gente a la que siempre he admirado y a la que, ahora puedo decirlo con conocimiento de causa, adoro con todas las letras.
Ahora que la sensación de vacío se abre paso, a patadas, y siento como toda la tensión de los meses pasados me atropella sin piedad.
Ahora que no me queda más remedio que comenzar nuevo viaje, aunque aún no tengo claro hacia dónde ni con quién.
Ahora que miles de besos y abrazos me cubren y no quiero quitármelos de encima.
Ahora que me he bajado de los tacones.
Ahora que ya no tengo la coraza de mis criaturas, porque ya no están conmigo, porque han encontrado una voz maravillosa con la que volver a casa.
Ahora que Cat ya solo es un nombre y ya no se puede seguir fingiendo un personaje tan peculiar y tan escurridizo.
Ahora que solo soy yo, tal cual, con todos mis defectos y mis dos o tres virtudes, con todo lo que siento y la manera en que lo siento, ahora que ya he dado la cara y conocéis quién se esconde bajo el gato, ahora que os hablo como Beatriz Sebastián, quería deciros:
GRACIAS A TODOS.
Gracias por estar y por ser; gracias por hacer posible este sueño, que supera con creces todas mis expectativas;  gracias por demostrar, así, a las bravas, lo que es EL PODER DE LA VOZ; y que, para que ya le quede claro a todo el mundo, es algo mágico, irrepetible, inconfundible, que te recorre el cuerpo y te hace sentir con mayor intensidad que una imagen, un olor, o una caricia, porque la voz es capaz de transmitirte todo eso y más.
Porque todos nos hemos sentido parte de las historias que los actores, “mis voces”, nos contaron el sábado como solo ellos saben hacerlo. Y porque hay gente que sabe ser magia y que, antes de que sea demasiado tarde, tenemos que decírselo, para que sepan porqué son tan especiales.
Los recuerdos sonoros son los mejores, porque perduran en el tiempo y en nuestra memoria. Yo nunca podré olvidar como retumbaba el Teatro Victoria de Talavera, con el calor de mis actores alrededor, y ese público, entregado, aplaudiendo puesto en pie.
¡GRACIAS A TOD@S!