viernes, 2 de febrero de 2018

Artículo de Lucía: Porque un libro no es sólo de papel

Sentada en mi banco, a la espera de mi taxista de cabecera, disfruto leyendo el último libro de Millás.
¿Que cómo leo si no puedo ver? ¡De muchas maneras! Nunca te lo he contado porque no quería darte envidia de todas las posibilidades que tengo a mi alcance. Y es que, por suerte, un libro no es solo de papel.
Está la opción clásica: en braille. Es lo más parecido a leer “en tinta”, solo que usas los dedos en vez de los ojos. Pero no es práctico, no es funcional. Un libro en braille ocupa mucho. Por ejemplo: “El Principito” que en papel apenas ocupa las 70 páginas en un formato de bolsillo, en braille se convierte en un armatoste de 35 cm de alto, por 27 de ancho y con un grosor de unos 3 cm.
Yo leo en braille de vez en cuando, por ejercitar el tacto. Pruébalo un día, busca una caja de medicamentos, por ejemplo, y desliza el dedo índice por esos puntitos incongruentes… Las yemas de los dedos son capaces de aprender a decodificarlos. Aunque pienses que es difícil, no lo es. Cuando quieras te doy un curso intensivo y verás el partido que se le puede sacar.
Otra opción que cada vez está más extendida, seas ciego o no, es el audiolibro. Una “biblioteca sonora” que te acompaña allá donde vayas. Voces de calidad leyendo solo para ti, envolviéndote con sus palabras y contándote una historia que el autor ha inventado a base de mucho esfuerzo y creatividad.
El problema es que, para ambas opciones, toca esperar un tiempo prudencial a que el libro esté “traducido” a estos formatos. Desde el momento que encargas la adaptación hasta que llega, pueden haber pasado meses… Con el consiguiente riesgo de que, algún spoiler de los que viven agazapados por la ciudad, ya te haya venido a destrozar la historia.
Por suerte, hay una tercera opción que elimina esta tediosa espera: el libro digital. Y aquí quiero que escuchen bien atentos aquellos detractores de este formato, para que entiendan  por qué no deben librar una batalla contra esta opción, ya que, para muchos, es la única manera de poder tener “a mano” todo lo que se publica, al mismo ritmo que los demás.
El libro digital te permite llevar toda una biblioteca en tu dispositivo. Solo se necesita una sencilla aplicación que lee en voz alta, con voces cada vez mejores, fluidas y agradables, dándonos la opción de poder escoger entre masculina o femenina, la velocidad, el tono, el idioma… Y así, disfrutar de un ejemplar recién horneado y leerlo cuando aún es noticia.
Las nuevas tecnologías, señores, es el futuro y la inclusión absoluta, si ustedes quieren.
No todo el mundo es partidario, por la piratería, por la idea romántica del libro como objeto y por eso de que “hay que leer en papel”. Y tienen razón, a mí me encantaría, de verdad, pero puesto que no puedo, que no me entornen las puertas de un mundo que está ahí esperando a que lo viva con la misma intensidad que ellos.
Sin duda, leer en “tinta” es maravilloso. Sentado en un parque, en el autobús o en la cama antes de dormir, asimilas las palabras dándolas la entonación que quieres, hueles el libro, lo tocas, suena al pasar las páginas, te llena las manos y tus ojos corren ligeros por los renglones, devorando una historia que te ha atrapado y que no tiene pensado soltarte hasta que tú no acabes con ella.
Es fantástico, algo mágico, de las mejores cosas que podemos hacer en esta vida… Pero, cuando se te gastan las pilas y vives en un perpetuo fundido a negro, hay que buscarse otras maneras de disfrutar de esas historias. No es ni mejor ni peor, es distinto. Diferente. Y en esto, como en casi todo, hay que respetar y entender que “cada uno sube las escaleras como quiere” (o como puede).
Viene mi taxi. No dejes de leer, es bueno en y para todos los sentidos.
Nos vemos.
Lucía.

Imagen:

https://minimoon.deviantart.com/art/Wall-to-Wall-books-60550365

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